sábado, 27 de febrero de 2010

Un iceberg del tamaño de Vizcaya se desprende de la Antártida

Una masa de hielo del tamaño de Vizcaya (2.500 kilómetros cuadrados) se ha desprendido de la lengua del glaciar Mertz en el Este de la Antártida al chocar con esta lengua un iceberg gigante a la deriva conocido como B-9B (de 97 kilómetros de longitud), según revelan las imágenes captadas por los satélites. La colisión se produjo hace tres semanas y ahora los dos icebergs flotan sin rumbo. Los científicos temen que este fenómeno afecte a la circulación de los océanos en todo el mundo y a la vida marina en la región.

La preocupación es que este desplazamiento masivo de hielo -el iceberg del tamaño de Vizcaya podría abastecer de agua a una tercera parte de la población mundial durante un año- altere la composición del agua del mar en la zona y el flujo normal del agua salada, densa y fría que transporta oxígeno a las corrientes oceánicas profundas. "La eliminación de esta lengua de hielo podría reducir el nivel de salinidad en el océano y afectar al ciclo de vida en el fondo del mar", ha dicho Rob Massom, uno de los científicos responsables de la División Antártica Australiana, a la agencia Reuters. Según Mario Hoppema, oceanógrafo del Instituto Alfred Wegener para la Investigación Polar y Marina de Alemania, "como consecuencia de este fenómeno, puede haber áreas oceánicas que pierdan oxígeno y, consecuentemente, muera la vida marina que hay allí".

A una mayor concentración de sal, mayor densidad del agua y un mayor flujo de la misma hacia el fondo del océano. La desaparición de ese gran bloque de hielo podría hacer descender ese flujo de agua, que se desparrama sobre la plataforma continental y conduce a ésta hacia el fondo del océano. Tal proceso actúa como una banda transportadora de las corrientes a los distintos océanos. Una alteración de ese flujo del agua hacia las profundidades modificaría el sistema de circulación de los océanos, que juega un importante papel en el clima global.

Massom ha subrayado que el desprendimiento de hielo del Mertz no está relacionado con el cambio climático, sino que tiene que ver con los movimientos naturales de las placas de hielo.

El iceberg B-9B es parte de otro más grande, de 5.000 kilómetros cuadrados, que se desprendió en 1987, convirtiéndose en una de las mayores masas de hielo de la Antártida. Este gigantesco iceberg estuvo a la deriva en dirección oeste antes de encallar en 1992. Recientemente, se soltó, quedando junto al Mertz.

El País

martes, 23 de febrero de 2010

Las ocho grandes chapuzas de la historia de la ciencia

Aunque la ciencia nos ha hecho la vida mucho más segura y, sin duda, es uno de los asideros a los que la humanidad tendrá que agarrarse con todas sus fuerzas para garantizar su futuro, no deja de ser una actividad humana y, por lo tanto, por muy rígidos que sean sus métodos de trabajo, no está exenta de cometer errores.
Precisamente, la confianza pública hacia la ciencia ha descendido en los últimos tiempos a causa de algunas noticias contradictorias, como la confusión que rodea a la investigación sobre el cambio climático o los problemas casi cómicos que ha tenido el Gran Colisionador de Hadrones para ponerse en funcionamiento -desde el fracaso que supuso su parón pocos días después del primer «on» en septiembre de 2008 hasta el cortocircuito provocado por una miga de pan dejada por un pájaro el pasado noviembre-. Eso por no hablar de los fraudes científicos, como el cometido por el sur coreano Hwang Woo-suk, condenado por falsear una investigación sobre clonación de embriones humanos, aunque esa es otra historia en la que la mala fe entra en escena.
Como nadie es perfecto, el físico y periodista británico Michale Brooks, colaborador de la revista NewScientist y del diario Daily Telegraph, enumera algunos de los errores garrafales de los científicos a lo largo de la historia, un escenario que no estamos acostumbrados a conocer:

1- El empecinamiento de Galileo Galilei: Para demostrar ante el Papa Urbano VIII que la Tierra giraba alrededor del Sol, el sabio florentino escribió una fórmula matemática. Desgraciadamente, utilizó las mareas como base de su argumentación. Sus cálculos señalaban que debía haber una marea alta al día en lugar de dos, pero Galileo se negó a reconocer su error, ridiculizando a aquellos que apuntaban que las mareas estaban, efectivamente, influidas por la Luna. Obviamente, se equivocaba.

2- La energía de las ancas de rana: Un siglo después, pero todavía en Italia, Luigi Calvani, pionero de la electricidad, cometió un famoso error. Después de colgar una hilera de ranas en la cerca de hierro de un jardín, las piernas de los animales comenzaron a temblar. Sorprendido, Calvani dedujo rápidamente una nueva teoría de la «electricidad animal», afirmando que el tejido biológico genera su propia corriente. Sin embargo,la contracción muscular experimentada por las extremidades de los batracios había sido provocada al tocarlas Galvani con unas tijeras metálicas durante una tormenta eléctrica.

3- Un trago de vómito negro: A principios del siglo XIX, el doctor Stubbins Ffirth estaba convencido de que la fiebre amarilla disminuía en invierno porque era fruto del calor y el estrés, y que no era contagiosa. Estaba tan convencido de sus teorías que decidió beber vómito negro directamente de la boca de un enfermo. Logró sobrevivir, pero no porque la fiebre amarilla no sea contagiosa, sino porque el virus tiene que ser transmitido directamente al torrente sanguíneo. En realidad, tuvo mucha suerte.

4- Los rayos X, un absurdo: Corría el año 1896 cuando el matemático y físico británico Lord Kelvin, que había ya había dimitido como presidente de la Royal Society de Londres, declaraba que los recientes informes de los rayos X «eran tan absurdos que, sin lugar a dudas, debían de ser un engaño». Tuvo que tragarse sus palabras. Ese mismo año, después de ver la evidencia por sí mismo, Kelvin dio marcha atrás e incluso aceptó ver su mano a través de los rayos. Rectificar es de sabios.

5- ¿Malos consejos para Einstein?: En 1917, antes de publicar su famosa teoría de la relatividad, Albert Einstein preguntó a un grupo de astrónomos si el universo estaba en expansión. Necesitaba saberlo porque sus ecuaciones describían un universo que podría estar creciendo o menguando. Los astrónomos le contestaron que nada de eso, que estaba estable, así que Einstein introdujo en sus cálculos una «constante cosmológica». Una década más tarde, Edwin Hubble descubrió que el Universo está en expansión.
Einsten llamó a la inserción de esta constate su «mayor error», pero lo cierto es que no lo fue tanto. Recientes descubrimientos sobre la naturaleza del tiempo y del espacio muestran que sí necesitamos una constante cosmológica después de todo.

6- La teoría fundamental del universo: En 1921, el astrónomo Sir Arthur Eddington descubrió una serie de coincidencias en algunas cifras relacionadas con la cosmología, y se dedicó a demostrar que esto era una pista que podría conducir a una teoría fundamental del universo. La teoría se desmontó fácilmente cuando otro colega vio que uno de los números no era correcto.

7- Una sonda se estrella por confundir los metros con los pies: En 1999, la sonda de la NASA Mars Climate Orbiter se encontró misteriosamente 60 kilómetros más ceca del Planeta Rojo de lo esperado. El supuesto enigma no fue provocado por un viaje en el espacio-tiempo, más nos hubiera gustado, sino porque los responsables de la nave no se entendieron. Los científicos de la NASA habían estado trabajando en metros y centímetros, mientras que los ingenieros de la multinacional Lockheed Martín, que suministraban el software de navegación, lo hacían en pies y pulgadas. El resultado es que, incapaces de alcanzar una órbita estable, la nave se precipitó sobre la superficie de Marte. Un garrafal fallo de principiante.

8- Un virus que sí es infeccioso: Biólogos franceses de la Universidad del Mediterráneo en Marsella anunciaron en 2003 que habían descubierto el virus más grande del mundo, el «Mimivirus», treinta veces más grande que los rinovirus que provocan un resfriado y prácticamente indestructible. Se anunció que el virus no podía infectar a los seres humanos, pero un año más tarde, uno de los técnicos de laboratorio enfermó de neumonía inducida por mimivirus. El virus era nuevo para la ciencia, pero no para el ser humano: el 10% de los enfermos de mimivirus tienen anticuerpos en su sangre.

ABC

domingo, 21 de febrero de 2010

Una hora de siesta «espabila» la mente y nos hace más listos


Un estudio de la Universidad californiana de Berkeley revela que una hora de siesta puede hacer a las personas más inteligentes, pues sirve para despejar la mente y mejorar la capacidad de aprendizaje.
"El sueño no sólo cura el malestar del cansancio prolongado sino que, a nivel neurocognitivo, te lleva más allá de donde estabas antes de tomar una siesta", explica Mattew Walker, profesor de psicología en esa universidad estadounidense y autor principal de la investigación.
El hallazgo refuerza la hipótesis de que el sueño facilita el almacenamiento de la memoria a corto plazo y permite hacer hueco a nueva información, asegura Walker, que presentó hoy su estudio preliminar en el encuentro anual de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS por su sigla en inglés) en San Diego (California).
Para llegar a esa conclusión, los científicos tomaron como muestra 39 adultos sanos, que fueron divididos en dos grupos: los que dormían siesta y los que no. Durante un día se expuso a estas personas a dos ejercicios de aprendizaje para poner a prueba el hipocampo, una región del cerebro que ayuda a almacenar memorias sobre acontecimientos.

Procesos neurodegenerativos
Una de ellas fue realizada a mediodía, cuando todavía los resultados obtenidos por ambos grupos no fueron muy dispares. A las dos de la tarde, sólo uno de los grupos durmió noventa minutos y a continuación todos fueron sometidos a una segunda ronda de ejercicios, donde pudo observarse que los peores resultados correspondían a los que no habían echado la siesta.
Según Walker y su equipo de investigadores, permanecer muchas horas despierto lleva a que nuestra mente funcione a un ritmo más lento. En concreto, pasar la noche en vela desciende en casi un 40 por ciento la capacidad para emprender nuevas actividades debido a la paralización de algunas zonas del cerebro durante un período de falta de sueño para la persona.
El equipo de Walker se ha propuesto ahora averiguar si la reducción del tiempo de sueño con el avance de la edad está relacionado con la pérdida de capacidad de aprendizaje que tiene lugar conforme cumplimos años. Descubrir si existe o no conexión puede ser útil para entender cómo se producen los procesos neurodegenerativos como la enfermedad de Alzheimer, según Walker.



ABC