Las estadísticas indican que el número de musulmanes en Occidente, en particular en Europa, no cesa de crecer por razones de flujo migratorio y de mayor tasa de natalidad entre los mahometanos. En cambio, el número de cristianos en Oriente Próximo no para de menguar. La región que fue cuna del cristianismo se vacía. Junto a la pobreza general y la discriminación social, los últimos años han visto una espiral de violencia política contra las minorías cristianas por parte del radicalismo islámico.
Según la ONG «Open Doors», alrededor de 100 millones de cristianos (de los 2.000 millones de creyentes de esa religión que hay en el mundo) viven hoy acosados, la gran mayoría en países islámicos.
La lista de los «infiernos» en la Tierra donde millones de cristianos luchan por vivir su fe suele estar encabezada en el «ranking» de las organizaciones internacionales por naciones como China, Arabia Saudí, Nigeria, Sudán o Egipto. El clima ideológico de todas esas naciones, que sirve de caldo de cultivo para la persecución o la matanza de cristianos, es el rechazo de los valores de libertad y tolerancia religiosa, que explica fenómenos como el de las «caricaturas danesas», o la presión de la Conferencia Islámica para que se legisle contra la blasfemia.
Arabia Saudí: Vuelta a las catacumbas
Arabia Saudí, «guardián de los lugares sagrados» de la Meca y Medina, es para muchos analistas el país que persigue de modo más sistemático y eficaz a los cristianos, al igual que a los fieles de otras religiones.
Todas las organizaciones —incluyendo la ONU y el Departamento de Estado norteamericano en su informe anual sobre libertad religiosa— condenan periódicamente la persecución de cristianos en Arabia Saudí, pero el primer productor mundial de petróleo se muestra inmune a las críticas.
Más de un millón de cristianos, en su inmensa mayoría católicos procedentes de regiones pobres de Asia, trabajan y residen en Arabia Saudí. El gobierno, dócil ante el clero radical wahabí, prohíbe no sólo las iglesias sino también la reunión de cristianos para rezar. Los casos de detención, tortura y expulsión de emigrantes por su práctica religiosa son muy frecuentes. El millón de católicos que trabaja en las ciudades y explotaciones petrolíferas no tiene posibilidad de oír misa (Arabia Saudí es una versión moderna de las catacumbas), ni cuenta con sacerdotes para los sacramentos.
El régimen de Riad recuerda a Occidente su obligación de dotar de mezquitas a los emigrantes musulmanes, y costea generosamente su construcción en todo el mundo, pero prohíbe de modo tajante la existencia de iglesias en su propio territorio. La conversión de un saudí musulmán al cristianismo se castiga con la muerte.
Nigeria: Diez años de sharía, doce mil muertos
Desde que en 1999 se implantara la Sharía —ley islámica— en doce estados de Nigeria, al menos 12.000 personas, la mayoría cristianos, han muerto en los choques religiosos registrados en el país.
En el último incidente, a comienzos de esta semana, quinientas personas de la tribu berom, una etnia sedentaria que profesa la fe cristiana, fueron asesinados a machetazos por ganaderos de la etnia fulani, de mayoría musulmana. Según fuentes oficiales, la masacre fue la respuesta de los fulani a los enfrentamientos religiosos del pasado enero, que dejaron un saldo de 326 muertos.
En la actualidad, Nigeria es uno de los países del mundo con mayor comunidad cristiana; más de 70 millones frente a cerca de 75 millones de musulmanes, por lo que resulta común que la ancestral rivalidad por el control de los terrenos de cultivo sea disfrazada de conflicto étnico-religioso.
El enfrentamiento se ha agudizado en los últimos meses por el evidente vacío de poder que sufre el país, gobernado de facto en la actualidad por el vicepresidente Goodluck Jonathan.
Sudán: Tras el biombo de Darfur
Desdibujado bajo el mediático Darfur, el conflicto entre el norte de Sudán —de mayoría musulmana y árabe— contra el sur del país —cristiano y animista— se ha convertido en los últimos años en una de las crisis humanitarias más olvidadas del planeta. Un enfrentamiento, fomentado por el Gobierno islamista de Omar al Bashir, que se ha cobrado la vida de cerca de dos millones de personas, la mayoría de ellas bajo un salvajismo extremo. Éste es el caso de la localidad de Tombura Yambio, donde a finales del pasado año decenas de cristianos fueron crucificados vivos, según denunciaba Hiiboro Kussala, uno de los obispos locales. Mientras, en la capital, Jartum, la comunidad cristiana se ve obligada a sufrir humillaciones de tono moral.
China: El partido comunista es el único Papa
Sacerdotes desaparecidos desde hace varios meses. Misas clandestinas en casas particulares. Católicos torturados en las cárceles. Miradas recelosas en las iglesias, vigiladas por policías apostados a sus puertas que toman los datos de los feligreses. Así es la vida bajo lupa de los cristianos en la China del siglo XXI, donde la apertura económica y social de los últimos treinta años no ha erosionado el autoritario poder del régimen comunista.
Para que nada ni nadie le hagan sombra, Pekín controla no sólo a los disidentes políticos y a todas las organizaciones civiles, sino también los cultos religiosos. Por una parte, negocia con el Vaticano para establecer relaciones diplomáticas, rotas desde la masiva expulsión de misioneros en 1951, pero, por la otra, dirige y nombra sus propios obispos tanto en la iglesia protestante, que oficialmente cuenta con 20 millones de miembros, como en la Asociación Católica Patriótica, que no reconoce la autoridad del Papa y sus más de diez millones de feligreses reconocidos.
Sin embargo, se calcula que podría haber unos 60 millones de cristianos que practican su fe en misas secretas celebradas en casas particulares. El año pasado, la Policía irrumpió en 77 de ellas y, además, detuvo al obispo Julius Jia Zhiguo y al abogado católico Gao Zhisheng, que permanecen desaparecidos desde entonces.
En una nación supuestamente atea, pero donde la fe es una cuestión de Estado, el Partido Comunista se erige como máxima autoridad religiosa para convertirse en el Papa de los católicos chinos.Egipto: La desgracia de ser copto
Egipto cuenta con la mayor población cristiana de Oriente Próximo —alrededor del 10 por ciento— pero esa condición no resulta nada placentera: decenas de coptos han sido asesinados en los últimos años a manos de islamistas.
Aunque el régimen presume de tolerante, el acceso a cargos políticos resulta siempre denegado a aquellos que no profesen otra fe que no sea el islam.
Cinco «infiernos» donde se reza a Jesús